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Y, ¿qué es, este amor suyo? «Sed», de Amélie Nothomb

Esta es la pregunta que dirige Judas a los discípulos de Jesús, la clave entorno a la que gira la doctrina cristiana, pero también la necesidad humana de ver, oír, tocar este amor – de tratarlo como un bien material, como algo sólido cuya existencia no necesita interpretación, y que, por otro lado, resume la necesidad del ser humano de comprender. Para mí es la frase que sostiene el libro.

El Cristo que dibuja Amélie Nothomb es extremadamente sensual, y la intensidad con la que el Hijo de Dios percibe su cuerpo físico lo eleva a un estado sobrehumano, lo convierte en el Cristo: un Cristo que busca, vive y disfruta el amor a través de lo corporal. Queda evidente la intención de la autora de crear una imagen opuesta al ser espiritual: su Cristo llora del placer de respirar el aire matutino, al sentir la sensualidad que causa una sopa humilde o agua, “no necesariamente fresca”. Sus células vibran con los placeres de la carne, reducidos a lo esencial: sentir el ahora, percibir y vivir el momento presente al máximo a través de algo tan sencillo y necesario como el aire.

Un Cristo bastante sarcástico en cuanto a la institución del matrimonio y con un guiño a la hipocresía que suele acompañar las reuniones de fiesta, que obra milagros sin darles importancia. Algo inocente, quizás incluso ingenuo suena el relato sobre su milagro favorito y las reflexiones sobre su vida hasta esa última noche, y uno se pregunta si la autora intenta no solo acercarlo a sus lectores, hacerlo más humano, sino mostrarlo a propósito en una luz poco favorable.

La parte más bella del libro contiene las reflexiones de Cristo sobre la sed y el amor divino. ¿La sed nos convierte en místicos? El experimento de llevarse a los límites de morir de sed para luego sentir la chispa divina, no – sentir a Dios, a través de la gota de agua que devuelve la vida al cuerpo es un momento místico y sensual. Un momento que purifica, un acto que purifica. Hay que desafiar al cuerpo para llegar a lo divino: privarlo de comida, sueño, agua, para forzarlo a participar en el acto de elevarse por encima de lo material, lo mundano. Convertirlo en un instrumento. Convertirse en la sed. Sentir este amor es ser el Cristo. Trascender.

No tan original y bello es su sueño ingenuo de última hora de verse envejeciendo en familia, rodeado de hijos y la tranquilidad del día a día. El camino hacia la Gólgota es un protocolo de sus pensamientos, un registro de cada detalle, una auto-observación, que a veces adopta el tono evangélico, y a veces se desvía en reflexiones vacías.

Queda evidente la intención de Nothomb de cuestionar – si no destruir –, uno tras otro, todos los fundamentos sagrados sobre los que se construye la doctrina cristiana, empezando por el sacrificio de Jesús: “El amor que me consume afirma que cada uno de nosotros es insustituible. Es horrible saber que mi suplicio no servirá para nada.” La frase “Toda la condición humana se puede resumir así: podría ser peor.” resuena bastante superficial, especialmente después de la belleza cristalina del análisis de la sed. Algo forzada me parece la reflexión de que decirle a un crucificado que se salvará, sabiendo que al otro crucificado no le tocará esta suerte, es cínico y mezquino. Llama la atención el empeño de la autora de forzar a Jesús en la imagen del chaval ingenuo y sencillo, sensible y “normalito”: sin pizca de ideas y pensamientos elevados, con un mundo interior muy pequeño. Nothomb construye otra trinidad: la sed, el amor, la muerte, y cuestiona a Dios: “Te molestará que hombres cercanos y lejanos vivan la trascendencia de distinta manera.” Y más: “No conoces el amor. El amor es una historia, hace falta tener un cuerpo para contarla.” Rechaza también la ley más sagrada del cristianismo: ama al prójimo como a ti mismo. Quién acepta una muerte “monstruosa, humillante, indecente, interminable no se ama”. La expiación es un concepto “repugnante por su sadismo absurdo”.

En una segunda lectura, el libro pierde bastante de su fascinación. Ocurre cuando se empiezan a entrever las costuras de la obra, la estructura que lo sostiene. Nothomb da la vuelta al revés, sistemáticamente, a todos los momentos sagrados del final de la vida de Jesús, imponiéndoles un tono bastante terrenal, mundano, superficial. Este es el concepto principal del libro, que, al final, no resulta especialmente original o innovador.