El poder y la masa

El impulso más fuerte en nosotros es el del poder: ganarlo, tenerlo, exhibirlo, pues débil es la naturaleza del hombre y toda la mierda sobre la bondad y el amor al próximo nos aburren tanto que no sabemos si bostezar (de aburrimiento) o suprimir las arcadas de la sensación empalagosa de tanto escuchar las proclamaciones de «amémonos y respetémonos»… Débil es la naturaleza humana y el poder nos regala esta chispita que hace que el sol brille más fuerte y el cielo parezca más azul, como en los dibujitos, y nos sentimos invencibles y por eso magnánimos para con nuestros próximos: así es fácil amarlos. Y nos sentimos nobles, porque: ¿hay algo más dulce que sentir y flotar en su propia grandeza humana desde la altura de su pedestal? Y los mortales… bueno, ellos necesitan venerar, suplicar a los que pueden besar las manos y los piés en muestra de gratitud y llamar «Dios». Y a los que pueden mandar a la hoguera en cuanto se aburran o en cuanto aparezca el siguiente salvador. Así de (im)previsible y caprichosa es la masa que da a luz a sus héroes y los asfixia. Uno no puede sin el otro: Se odian a muerte y se necesitan.

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